Noche

Bastille

Una Noche en la Ópera Bastille

Nada más entrar en la Ópera, uno llega a un espacio de transición. Todavía percibes la plaza y su genio detrás de la fachada curva del edificio pero también te acercas de la gran sala de la celebración.

Y esta transición suave se repite en cada planta.

 

Entonces tras una última mirada hacia el mundo exterior llega la hora de entrar en la gran sala.

Lo primero que me llamó la atención fue esta gran escena casi cúbica, blanca rodeada de negro.

Y mientras los músicos procedían a las últimas pruebas, seguí la exploración.

 

Me gustó la forma redondeada de los balcones.
Noté la presencia de balcones laterales como en la sala Pleyel.
Divisé la magnífica vidriera que evoca una pagoda.
Aprecié la sobriedad de la decoración: blanco, negro y gris para las paredes, negro para las butacas y madera cálida para el suelo.

Pero lo mejor de todo fue probar las butacas y constatar que disponía de bastante espacio para disfrutar confortablemente de tres horas seguidas de música.

 

Luego todo depende de los gustos de cada uno.

Esa noche tocaban una sinfonía de Shostakovich con un director ruso y varios solistas fantásticos. La acústica me pareció más que correcta y pasé un momento realmente excepcional.

 

Cuando se acabó y mientras saludaban los músicos, pensé que eso es lo bueno de la Ciudad de las Luces: para quién tiene algo de curiosidad, existen miles de momentos que no cuestan mucho y te nutren por dentro...