En uno de sus artículos
del suplemento dominical El Semanal, Arturo Perez-Reverte se
burló de los "franchutes" y de esta manía que
tienen de colocar placas conmemorativas por todas partes.
Imaginó con horror
lo que hubiera pasado si Cervantes fuera francés y la verdad
es que su crítica es divertidísima.
Pero como buenos chauvinistas
los "franchutes" ni siquiera necesitan críticas ajenas.
Ya tienen expertos de la auto irrisión y las placas que colocaron
no tienen desperdicio.
Aquí vienen dos ejemplos
que pillé rumbo al azar y que dedicó especialmente al
"africano" que me enseñó el texto de Perez-Reverte.