Al lado de la rotunda,
una bella dormida descansaba en paz.
Por las hojas muertas tapando una parte de su falda, pensé
que ya llevaba varias temporadas en este rincón apartado
y que todavía esperaba el beso del príncipe encantado.
Tuve sensaciones muy
parecidas a las que tengo al pasear por el Père Lachaise
y bauticé este espacio "cementerio de las estatuas".
Lo bueno de este cementerio
es que aunque puedan yacer abandonadas durante mucho tiempo, cualquier
estatua, al encontrar un amo nuevo, también ganará
una existencia nueva.